junio 10, 2014

Oración y Confianza

Por lo que se refiere a la oración parece que todavía vemos a menudo a Dios como una especie de gigantesca máquina expendedora situada en el cielo, capaz de concedernos todos nuestros deseos una vez que hayamos introducido en la ranura las monedas adecuadas en forma de oraciones. Insertamos una moneda de “oraciones”, le decimos a la máquina lo buena que es y lo mucho que la adoramos, y esperamos que sea buena con nosotros a cambio.
 
Lo primero de esta actitud es que Dios está fuera de nosotros y, por lo tanto, lo que necesitamos y deseamos también está fuera de nosotros... lo cual nos aparta de la idea de que Dios es parte de nosotros. Esta forma de oración es como practicar la ausencia, antes que la presencia de Dios. Si creemos estar separados de Dios, el enfoque de la máquina expendedora por lo que se refiere a la oración no hace sino reforzar y profundizar esta convicción.

Prefiero promover la idea de la oración como una comunión con Dios. Rezar a nivel espiritual se convierte entonces en un acto que me permite tener la certeza de que Dios está tan cerca de nosotros como nuestro propio aliento. Lo que buscamos en la oración es la experiencia de coexistir con Dios. La oración es nuestra forma de comunicar que estamos preparados para que se manifiesten los deseos de esta energía sagrada a través de nuestra forma humana. No hay separación, ni ausencia de Dios en nosotros, sino simplemente la presencia de esta fuerza en nuestro interior.

En consecuencia, la verdadera experiencia de Dios no cambia ni altera a Dios, sino que nos cambia a nosotros. Cura nuestro sentido de la separación. Si no nos vemos cambiados por la oración, es porque nos hemos negado la oportunidad de conocer la sabiduría que nos ha creado.

Vuelvo y repito: La búsqueda de la felicidad fuera de nosotros mismos vuelve a encender la idea de que no somos completos y pone a la oración al estatus de ruego ante un Dios-Jefe. Pedimos entonces favores, en lugar de buscar una manifestación de nuestro yo invisible e inspirado (ya que somos parte de Él).

La oración, al nivel al que yo me refiero, no es pedir algo, del mismo modo que tratar de convertirse en un manifestador no es pedir que algo aparezca en tu vida. Lo que califico como oración auténtica es invitar al deseo divino a expresarse a través de uno mismo. Que exprese el más elevado propósito, por mi bien o por el de toda la humanidad. En este nivel, la oración expresa mi experiencia de la unicidad con la energía divina.

Quizá esta pueda parecer una idea radical o incluso blasfema de mi parte, pero constituye la fuente de todas las tradiciones espirituales.

Superar los condicionamientos en este ámbito es crucial. Al principio, quizá puedas aceptar esta idea a un nivel intelectual, pero es posible que no puedas convertirla en una experiencia auténtica. Así pues, te sugiero que conviertas la oración en una experiencia, utilizándola para sustituir los continuos pensamientos que te asalten durante el día. Utiliza tu confianza para comulgar con Dios en lugar de pasar el tiempo en un estado de cháchara constante.

Sustituye los pensamientos sobre tus experiencias por la experiencia de la oración. Por ejemplo, rezar en este sentido puede ser simplemente una frase como: «Ahora me guía lo sagrado», o «El amor sagrado fluye ahora a través de mí», y recítalo en silencio, en lugar de pensar. Este tipo de oración te ayudará a cultivar tu lado espiritual y a evitar la cháchara del ego, de modo que pueda crecer lo que tú deseas y lo que te desea a ti. En mi práctica personal de la oración consiste en participar en una comunión con Dios, en la que veo a Dios dentro de mí mismo y le pido fortaleza y sabiduría para superar cualquier problema que pueda tener.

Lo que si Sé es que esta fuerza, Dios, me conecta con todo lo que existe en el universo, y que al dirigir mi atención hacia aquello que deseo atraer, no estoy haciendo en realidad más que manifestar un nuevo aspecto de mí mismo.

Luego dejo que se produzcan los resultados, que el universo se ocupe de los detalles. Me retiro en paz y me recuerdo a mí mismo que tener el cielo en la tierra es una elección que tengo que hacer, no un lugar que tenga que encontrar.

Soy yo quien decido si quiero que la fuerza de Dios fluya a través de mí sin restricciones, participando así de este modo en la creación de mi propia vida. La confianza, pues, es la base de mi oración y eso es Fe, y con ella llega la paz, que es la esencia de la manifestación.

CÓMO CONFIAR EN UNO MISMO Y EN LA SABIDURÍA DE LA ORACION

• Empieza por admitir tu confusión o tus fracasos. Al hacerlo así, evitarás el error de dejarte guiar por una falsa seguridad en ti mismo al orar.

·  Ten en cuenta que no puedes alcanzar un terreno más elevado si te aferras a un nivel más bajo. No puedes abandonar el mundo físico si estás tan apegado a él que te niegas a abandonarlo.

·  Rebélate contra la filosofía y la costumbre que predica la idea de Dios como jefe, como figura autoritaria y tirano benevolente. No pidas tanto…. Confia y luego Agradece

·  Que confíes no significa que no experimentes nunca los altibajos de la vida. Habrá picos y valles mientras vivas en este plano físico. No hay felicidad sin la experiencia opuesta de la infelicidad. Es en el equilibrio entre los opuestos en lo que se basa la vida en el plano físico.

·  En esta vieja idea de confianza hay una GOTA DE SABIDURIA intemporal. Cualquier persona puede percibir los problemas en su interior, pero si confía espiritualmente se dará cuenta de que en su interior también están… las soluciones.

Cuando hagas esto, serás un sabio silencioso, que se mueve a través de este plano material sabiendo que has conectado con una fuente de inspiración que te proporciona todo el sustento que necesitas. De hecho, empezarás a ver cómo este plano terrenal es en realidad una gran parte de ti mismo, mucho más de lo que hubieras podido imaginar.

SAFIRI REGALADO

 Agosto  18, 2009

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